Las vi desde el cristal repitiendo el cansado gesto de aquella despedida. Adiós, adiós, hasta luego, hasta mañana, adiós. Las observé despacito y con cuidado. Entendí. Y entonces tuve miedo. Deseé que el zumo que habitaba mi estómago en aquel momento hubiera sido más que eso, más que fruta martirizada y algo fuerte anidara entre las venas y oscureciera el pensamiento y me mantuviera exenta de la realidad. De ellas, del adiós, del tiempo que se muere a cada paso, de despedirme, de estar solamente para que luego alguien te eche de menos, de dejar de ser.
Volví sola a casa.
Joder, pensé, no quiero tener que llorarte algún día.
9 comentarios:
¿Me echa de menos? Que bonito. Ah... que no se refiere a mi.
Que tristeza mas grande...
Siempre suyo
Un completo gilipollas
Ah que bonito!!!
:D
Sale cuidate mucho, byE
Éste me lo vas a explicar tranquilamente mientras me tomo un té. Tú café. Esta semana =)
"De estar solamente para que alguien te eche de menos"
Ese "estar" no es poco, al contrario, es mucho.
Mañana más...
Está claro que las despedidas a gente que queremos o que tenemos estima... produce esa sensación en el estómago tan difícil de explicar... pero que tú has descrito tan bien en el post!
Abrazos!
casi puedo palpar la ausencia...
no sé como lo haces, pero me encanta
Bueno, tampoco hace falta que te pongas tan dramática, mujer, que en agosto vuelvo...
Amé la última frase... Joder qué yo también la pensé y más joder, porque aún sin querer le lloré...
Besoos!
Noviembre, sólo pasaba a saludar!
bye!
Publicar un comentario