viernes, 13 de febrero de 2009

jabón

La inspiración dormitaba entre las pompas de jabón que una niña liberaba a una muerte predestinada. A una explosión de escozor y lástima, a un volver a hinchar sus mofletes del aire que las rellenaría, gorditas, redondas, perfectas, soñando con un obstáculo en su camino que convirtiera su volumen en un tímido pop, y vuelta a empezar otra vez. El agua parecía encontrar su origen en aquel tubo de un solo color, donde residía el material del que se construyen los sueños.

Me la quedé mirando unos instantes que se me antojaron breves, pero que ella debió sentir eternos, incómodos, porque dirigió uno de sus arrebatos de aire hacia mi, señalándome casi con el instrumento redondeado que transformaba el jabón en pompa y el agua en color.

Volví a la realidad, o eso pensé que había ocurrido, cuando un tumultuoso baile esférico se dirigió peligrosamente hacia mi cara. Me eché hacia atrás, esquivándolo, pero no dejé de mirarla. El azul de sus ojos se diluía en el irisado arco iris al trasluz del jabón desde dentro de aquel lugar redondo en el que me había empujado a caer con sus soplidos y todo allí dentro me recordó a ti y tus manías y defectos. Pero también a tu perfume y a tu sonrisa, y al estampado de tu camisa favorita, a tu número de calzado, y a la forma en la que tu pelo gustaba de ondearse. A aquel instante en que tu mirada rozó la mía y solo sentí entonces un clavo ardiendo en la retina que no era más que tu pupila, pequeñita, contraída ante la luz de mis pestañas, hipnotizando uno al otro, sabiendo la boca a miel y olor a fruta en el ambiente. Después de aquello el antes siempre era distinto al después y tus ojos nunca volvieron a ser del mismo azul. Como los de aquella niña.

Rocé una pompa con la mano. Estiré los dedos, queriendo tocarlas sin matarlas, sabiéndolo imposible, intolerable. Sentí su redondez posada en mi palma, su humedad mojarme la piel. La pegajosidad se extendió deprisa y froté una mano contra la otra, esparciéndola. Recordé otra vez. El pegamento de tus manualidades. Tus manos manchadas de carboncillo. El abrigo de tus brazos. La hora en punto a la que quedé contigo. Tu mirada a través de una pompa de jabón…