martes, 19 de mayo de 2009

el elefante

Me tocó dos veces seguidas en la rodilla con su pequeño puño, como si llamara a una puerta, y esperó. Hice a un lado el libro que paseaba entre las manos y le miré. Me acercó despacio el pequeño elefantito verde que transportaba entre los brazos de la misma forma en la que se coge a los bebés. Le habíamos cosido un mal disimulado parche en una de sus patas hacía unas semanas, pues el esponjoso contenido parecía querer rebosársele y de nuevo, algo ocurría con el inerte animal verde.

El pequeño me tocó en la pierna otra vez y me rogó con los ojos que lo cogiera en brazos. Lo alcé del suelo y se agarró a mis manos, suplicando. Nos acariciamos el pelo mutuamente, como un intenso ritual, transmitiendo pensamientos. Ahora mi mano olía a yogur de fresa y a miel, y su pequeña naricita se coloreaba del rosado de sus mejillas, a la vez que yo le sonreía.

Llevaba el peto mal abrochado y uno de sus tirantes colgaba tras su espalda, revoltoso. Compuse su vestimenta con calma, mientras él analizaba todos los movimientos de mis manos. Se estiró, aún sentado en mis rodillas, y me tocó otra vez, ahora en la cara. Entendí su apremio y me dirigí al elefantito verde que yacía boca abajo en el sofá. Uno de los botones que componían su mirada se vio vencido por la gravedad y amenazaba seriamente con desprenderse del resto del cuerpo para siempre.

Seguía aún sentado en mis rodillas a la vez que cosía. Estaba muy quieto y contenía la respiración. Su pelo emitía destellos rubios mientras yo apoyaba la barbilla dulcemente en su cabeza, aspirando su olor cambiante, ahora mezcla de canela y azahar. Le devolví el elefante con cuidado y los dos nos recostamos hacia atrás en el asiento, liberados tras resolver con éxito aparente la animal urgencia.

Mientras se quedaba dormido en mis brazos, los ojos azabache del elefantito le delataron. En su brillo reflejaba una lágrima del niño que sufría por la enfermedad de su pobre animal. Le sequé los mofletes aún cuando cabeceaba adormilado agarrado a mi jersey, apretando fuerte el elefante contra su corazoncito...